Sillones esperando
No bastó una canción
para que nos acercáramos.
No bastó el ojo
para acariciar el ojo.
No bastó la suela de la noche
para rendirse ante la fascinación.
No bastó un mundo
para precipitarse sobre otro.
Nos esperaban los sillones
que habían de devorar nuestro cansancio.
© Juan Luis Zabala