COSECHA
Nuestras heridas querían calmar una nación
Querían saltar por encima del amaranto por encima de los matorrales
Pero ya es tarde para aprender a respirar
Carnes entumecidas y un profundo temor
La muerte captura de pie a unos, no así a otros
Otros se yerguen
Otros no pueden amar sino rendidos
La lluvia ha conquistado los hoteles y las colinas, los puentes
Y los corazones
Buscamos ánimo recorriendo piscinas abandonadas
Nadie no hay nadie
El cornetín de niebla a lo lejos
Dos o tres veranos más y acamparemos en las aguas de este río
Nuestra libertad es una lengua picada por una avispa
Una charla de enamorados mutilada por una llamada de urgencia
Una puerta que el viento bate
Es nuestra suerte ocupar el puesto de otros
Cavar fosas y destruir ciudades
Nuestro tiempo es irrevocable es incambiable, se niega a sí mismo
Alguien sepultará al enterrador
No condenaré a nadie a una felicidad solitaria
Mi cariño hace tiempo que está sentenciado
© Jose Luis Otamendi